lunes, 23 de julio de 2007

La noticia, esa película dramática

Con el paso de cada día, me doy cuenta de cuan boludas eran las cosas que creía (o me hacían creer) cuando era chico. Una de ellas es que yo pensaba que quien miraba el noticiero era una persona culta que quería tener noción de la realidad del país. Y me sentía mal por no poder mirarlo mas de 5 minutos sin aburrirme. Lo se, es una estupidez creer tal cosa, pero al menos en algún momento me doy cuenta de mis estupideces y las corrijo. Lo cual no es nada simple en esta sociedad con tanto orgullo a la que tenemos el placer o la desgracia de pertenecer. Hacía bastante tiempo que no me sentaba a mirar detenidamente un noticiero, nunca lograron despertar en mi un interés (en cantidad de tiempo) mayor a 10 minutos. Sin embargo, almorzando en la casa de un compañero de la facultad, y con el control remoto en el dominio de su padre (con quien no tengo mayor confianza), acudí al espectáculo del noticiero del mediodía.

Se abre el telón. Sonrisas para el saludo a la gente. De fondo los autos y su humo, no son noticia. Cuando generen un gran problema que sea irremediable lo será. Inmediatamente después de la falsa sonrisa, presunta seriedad y preocupación, anteceden a la noticia del día. Triple crimen en asalto a un bar. Pequeño informe con la cronología de los hechos por parte de una persona vestida de periodista, su voz es inducida a transmitir impotencia, bronca. Claro, sin olvidar mostrar el dolor del pobre familiar sobreviviente, bombardearlo con preguntas de presunta solidaridad, y de real crueldad con el objetivo de mostrar el máximo dolor posible en el destrozado familiar, el informe finaliza con unas breves y vacías palabras del cronista. Regreso al estudio, pequeño comentario igualmente vació del conductor del noticiero con cara de extrema gravedad y seriedad. Pequeño (2 segundos) silencio. Información de espectáculos. Todos increíblemente sonrientes, luego de tal momento de “tristeza”, comentan sobre algún romance inventado para rellenar espacio de alguna estrella extranjera que no les pueda hacer juicio por no tener la posibilidad de observar el programa, algún comentario que intenta ser humorístico, risas de compromiso. Pausa. Con anticipos de lo que será el próximo bloque, Titulo: Vivir en la calle, pequeño relato a modo de adelanto de lo que vendrá, habla sobre una persona X que se gana la vida vendiendo artesanías que hace con la basura que encuentra, y que duerme en las calles que transitamos diariamente. Imagen del señor sucio, hambriento y sobre todo burlado por las cámaras. Que al mostrarlo con una música característica, un texto relatado por la conductora del noticiero especial, y unas imágenes selectivas (lo peor de su día) de lo que es su vida, produce en la gente que lo ve una gran lástima. Pobre hombre dice la gente. Yo también lo digo, si pobre señor, perdió el poco honor que le quedaba.


Durante la pausa apuro la comida, no quiero ver mas ese espectáculo desagradable. Supere mi record, fueron 15 minutos.

Ya mas tranquilo en mi casa, noto que la imagen de una persona culta que quería tener noción de la realidad del país que tenia de la gente que miraba diariamente los noticieros, es reemplazada ahora por el concepto de persona morbosa. ¿Por qué funciona el negocio de los noticieros, si se han transformado en algo que muestra la peor parte de la realidad social actual e incluso esa realidad es empeorada por los editores y autores del programa? ¿Qué clase de persona, mientras almuerza elige la opción de acceder a un obra dramática disfrazada de realidad? Morbosos. Todos. Escondido detrás de el presunto enojo de la persona que mira esos programas esta la peligrosa satisfacción de complacer sus deseos morbosos. ¡No lo puedo creer! ¡Que barbaridad, como va a vivir así ese pobre señor!, son las frases con la que despiden su morbosidad hasta dentro de 24 horas.

No tengo nada que ver con esta gente, apenas si los conozco, pero igualmente no puedo evitar sentir una gran vergüenza, que no tiene que ver directamente conmigo, se trata mas bien de lo que comúnmente se llama vergüenza ajena.

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