jueves, 1 de noviembre de 2007

Noche de dilemas

Lo importante es tomar la decisión. Evaluar que pesa mas: La vagancia o el bolsillo. Otra que Bilardista o Menottista. ¿Ser vago o ser tacaño?
Porque claro, la vagancia tiene un precio alto, obviamente siempre que uno aspire a vivir con cierta normalidad alimenticia, y en otras cuestiones vitales.
Y la tacañez (si existe el verbo googlear, cualquier palabra es valida) también tiene su precio ( sin hablar estrictamente de lo monetario)
En términos matemáticos, no me atrevería a decir que Vagancia=1/Tacañez, pero agregando alguna otra variable de menor rango, la fórmula (ya la perfeccionaré) estaría aceptable.

¿A que viene esto?

Sábado 21 30 hs. En casa con amigos. Guerra de estómagos rugiendo de hambre.

¿Cocinamos algo, o vamos a comer al restaurant de enfrente?

El que defendía la opción uno alegaba cuestiones monetarias . Los que defendíamos la opción dos alegábamos que la explosiva combinación entre las pocas ganas de cocinar y la urgencia por comer iba a hacernos volver violentos. Por mayoría simple (nose porque simple, pero queda excelente), se decidió por la segunda de las opciones.

Al llegar al restaurant noté, no sin asombro, que a pesar de vivir frente a el jamás me había percatado de lo grande que es. Lo cual es un problema, ya que el mozo debe tener una vista aguileña (Las águilas tienen buena vista, ¿no?) para poder observar cuando desde la mesa alguien lo esta solicitando. También el mozo necesita un gran estado físico para recorrer tantas veces el largo trayecto. Y por último requiere un gran temple: No es joda que te toque un cliente molesto, de esos que se quejan hasta del color de las servilletas, y te haga ir y venir todo ese trayecto para pedirte las cosas mas banales posibles. Se requiere un gran temple. Por todas esas cosas, pensé que el curriculum de esos mozos debía ser de lo mas extraordinario del mercado. Incluso llegue a pensar que eran potenciales Clark Kents.

Iba a pedirle un autógrafo al mozo que nos toco en suerte, pero justo en ese momento mis ojos (constantes buscadores de detalles mínimos) percibieron una situación interesante:
Hay parejas que se sientan enfrentadas, y otras que sientan uno al lado de la otra.
¿Qué dice este detalle sobre la calidad de la pareja?

El grupo de los “enfrentados” prioriza la visión periférica de la otra persona. Es una posición mas armoniosa, mas afín con la simetría. Ya desde el tan Argentino juego del Truco se sabe que las parejas deben posicionarse enfrentadas. Es una pareja mas seria, mas formal. De esas que duran mucho tiempo.

El grupo de los “cercanos” prioriza la constante posibilidad de tocarse mutuamente. Los toquetones podríamos llamar a este grupo también. Este tipo de parejas es de esas que en cualquier lugar demuestra su amor. En donde sea, uno los ve y sabe que son novios. Se besan, se hablan al oído, se abrazan, ya sea en un boliche, o en un colectivo, subte, cementerio, farmacia, donde sea. Generalmente son parejas que duran menos, pero el tiempo que duran transcurre con una mayor densidad de emoción que la del grupo de los “enfrentados”.

El súper-mozo llego con mi pedido: la siempre efectiva “Milanesa Napolitana c/ Fritas”. Y logre comprobar una teoría vieja que tengo: La contextura física de la porción de comida es inversamente proporcional a la contextura física de la persona que la pidió. Esto es: La comida pedida por una persona gorda siempre es una porción pequeña. A menos que el gordo en cuestión conozca ya el lugar, y sepa que pedir para poder saciar su hambre.

Hay una serie de ruidos que juntos indican la inminente finalización de la cena. Un movimiento de silla, una interjección que incluya la letra a exageradamente repetida, una tos falsa, un bostezo, entre otros. En esa etapa estábamos, así que fue pertinente discutir sobre el tema “Propina”. ¿Qué cantidad de dinero es la menor pero sin salir de la decencia?
Con simpleza se decidió poner 1$ por persona, la decisión fue tomada en un ambiente similar al que hay cuando uno da limosna, creyéndose buena gente por realizar esa acción. Iba a acotar la calidad de superhéroes de los mozos del lugar, pero por temor a que el fiel eructo de después de cenar acuda a mi (había damas en la mesa contigua) decidí no abrir la boca.

Nuevamente en casa, en paz con el mundo, se produjo un nuevo dilema: ¿Salir a buscar diversión, o disfrutar del decreciente placer de tirarse a no hacer nada?
Pero la pachorra ya había invadido mi cuerpo. No se que ocurrió después. Solo se que al otro día desperté con lápiz labial, y ese tipo de cosas, sobre mi inocente cuerpo...

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